Teniendo en cuenta todo lo antedicho, nos resultaba asombroso que no se pudiera hallar alguna reliquia en piedra de remotas edades, algún vestigio extra, algo diferente de nuestras capillas rupestres, de nuestros petroglifos. Todo ese material arqueológico está muy bien y es mucho, nos decíamos, pero, ¿hay algo más que no sepamos, que no haya salido a la luz, que no haya aflorado a la vista todavía? ¿hay alguna muestra de nuestro remoto pasado atlante en toda la Península Ibérica?. Pensamos que si podía tener, pues país “que tuvo, algo al retuvo”.
Todo el caudal mítico-religioso heredado lo avala, como si de una verdadera joya se tratase. No son solo fósiles los huesos de los antepasados, sino que los mitos y leyendas heredadas también lo son y nos transmiten información muy valiosa.
En esas estábamos, cuando queriéndonos liberar de la ciudad, empezamos a visitar con cierta disciplina, y algo de intuición, el macizo de Montserrat, y también, para poder dar rienda suelta a nuestra pasión: la fotografía.
Cámara en ristre empezamos a apreciar la singularidad de las moles, adentrándonos por esos vericuetos hechos caminos, observando la imponencia de los gigantescos monolitos, atesorando en nuestra retina la atmósfera de aquellos gigantes pétreos.
Un día la visita dio su fruto. El más popular de los monolitos nos irradió con su magnetismo, con su potencia gigantesca. Tanta singularidad nos hizo repetir y repetir la cita. Lo visitamos varios días para lograr las mejores fotografías a la mejor hora solar, pues ya sabíamos el comportamiento de ciertas “montañas talladas” como la de Tepoztlán, México, que acabábamos de visitar.
El monolito que nos referimos, era el emblemático Caball Bernat, que mirándolo repetidas veces comprendimos con mucha precaución, que lo que se apreciaba a las claras en la parte más alta de la cara norte, era la figura contorneada, tallada, de la Península Ibérica, la cabeza peninsular, en especial la parte atlántica. Era un símbolo de mucha importancia, que desarrollaremos más adelante.
Y que el popular nombre Cavall Bernat, no es baladí del todo. Nos remite a la Cábala.Toda roca, piedra, que se la nombre con la palabra Caballo, Cavall en catalán, es en relación a la Cábala, puesto que el Caballo era el sello de la ciencia cabalista, que fue secreta, y con ello se afirma la existencia cercana al foco cabalista iniciático del macizo de Montserrat. Caballo, Caballero, Cabeza, Cabello, Cabal, Cábala, expresiones todas en relación a la familia cabalística impresa en el lenguaje castellano.
Fuente: Del libro “El Templo Abierto de Montserrat” (2017) – Carmen Maymó Vicente.
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